¿Por qué los malos
resultados en las pruebas PISA?
Por Julián De Zubiría*
Según Julián De Zubiría,
fundador del Merani, a los estudiantes les va mal porque no se les ha enseñado
a pensar, interpretar y resolver problemas.

Por absurdo que parezca, la escuela en América
Latina ha venido trabajando sin tener en cuenta cómo funciona el cerebro. Se ha
esforzado por transmitir informaciones para que sean recopiladas por los
estudiantes, desconociendo que la mente es extremadamente deficiente para
almacenar datos. En eso nos superan con creces las computadoras y las
grabadoras.
El cerebro está diseñado para crear, soñar, amar, inventar, procesar,
analizar e interpretar la información, pero no para almacenarla. Para ello
fueron creadas las redes, las USB, los celulares y los discos duros. Sin
embargo, hasta ahora no hemos inventado nada que analice e interprete mejor la
información que el cerebro humano, posiblemente nunca lo podremos hacer con la
flexibilidad, plasticidad y adaptabilidad que lo caracterizan.
Lo anterior es cierto en mayor medida en una época en la que logramos guardar
casi toda la información en medios magnéticos. Vivimos una sociedad que posee
una red casi ilimitada de circulación de archivos. Esta situación ha permitido
caracterizar el desarrollo de la competencia para interpretar y analizar datos,
como la meta cognitiva más importante del proceso educativo durante la
educación básica.
No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los
accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los
símbolos químicos, como había supuesto la escuela tradicional. Ahora bastará
con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier
información necesaria. De la misma manera que hoy en día no tenemos que
recordar los números telefónicos ya que éstos se pueden archivar magnéticamente.
A propósito, ¿cuántos números telefónicos sabe usted si se le pierde el
celular?.
Lo que sí necesitamos con urgencia es que los jóvenes sepan dónde y cómo
encontrar la información, cómo interpretarla, analizarla y contrastarla de
diversas maneras. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es
decir, requerimos competencias para argumentar, deducir, inferir e
interpretar.
Así como los deportistas necesitan ejercitar sus músculos para
desarrollarlos, niños y jóvenes tienen que ejercitar una y otra vez sus
procesos para pensar. La escuela debería ser un lugar para ejercitar estos
procesos de pensamiento en todas las clases, en todos los cursos y en todas las
asignaturas. La escuela tendría que ser un gimnasio para pensar.
Sin embargo, por dedicarnos a transmitir múltiples informaciones
desarticuladas, los niños y jóvenes en América Latina adquieren muy pocos
conceptos de las ciencias sociales, de las ciencias naturales y de la
matemática. Es por ello que cuando nuestros estudiantes son evaluados en
lectura, en conceptos científicos y en resolución de problemas, América Latina
se ubica en la cola del mundo y Colombia, tristemente, sigue peleándose el
último lugar.
¿Qué prueban las pruebas? Pruebas como PISA evalúan competencias para pensar,
interpretar, resolver problemas y leer críticamente. Estas competencias no las
han desarrollado nuestros estudiantes porque el sistema educativo todavía sigue
dedicado a transmitir informaciones impertinentes y fragmentadas.
El origen del problema no está en los maestros, es más complejo ya que
todo el sistema educativo está pensado para transmitir informaciones y no para
pensar. Así fueron pensados los currículos, los sistemas de evaluación, la
selección y formación de los maestros. Así también están pensados los museos y
hasta los concursos y noticieros de televisión. Han sido construidos para
transmitir informaciones, pero no para interpretarlas, analizarlas o leerlas de
manera crítica e independiente.
La solución es sencilla pero requiere un cambio profundo en el sistema
educativo. Necesitamos entender que la finalidad principal de la educación
básica no puede ser que los niños aprendan fechas históricas, accidentes
geográficos o nombres de huesos y plantas que se encuentran libremente en la
red. La finalidad no puede ser que los niños aprendan las operaciones
aritméticas que hoy pueden resolver con las calculadoras. La finalidad de la
educación básica debe ser el desarrollo de las competencias transversales para
pensar, interpretar, comunicarse y convivir.
Por ello, las clases deben ejercitar la inducción, la comparación, la
generalización y la argumentación. En sociales, por ejemplo, hay que garantizar
el dominio de conceptos como los de tiempo histórico, clase social, Estado,
revolución o producción. Hay que desarrollar el pensamiento multicausal,
crítico y relativista, que les permita a los jóvenes interpretar de manera
compleja los fenómenos sociales.
En ciencias naturales hay que comprender a profundidad conceptos como
los de masa y energía, desarrollar competencias para explicar y predecir los
fenómenos naturales y las competencias ecológicas para convivir con la
naturaleza. Eso es miles de veces más importante que saber los símbolos
químicos o los nombres de los huesos y las plantas, que solo sirven para
resolver crucigramas y para responder los exámenes de los profesores de
química.
Por eso los niños suelen botar los cuadernos a la caneca al culminar los
grados ya que lo enseñado allí no servirá en la vida. ¿Botarían acaso los
cuadernos si en la escuela se enseñara cómo conquistar a las muchachas o los
muchachos? ¿Botarían a la caneca los cuadernos si en la escuela nos ayudaran a
construir nuestros proyectos de vida, a manejar el dinero o a interpretar de
manera compleja la realidad social y natural?
Lo que se sigue enseñando en nuestras escuelas es muy impertinente para
los niños, la sociedad y la época porque no se puede transferir a la vida. Por
ello, volvimos a quedar en los últimos lugares en las pruebas PISA, que
evaluaron como los jóvenes resuelven problemas complejos, mientras nosotros en
Colombia seguimos enseñando ortografía y la compleja y abstracta gramática,
conocimientos que desconocen hasta nuestros mejores escritores.
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