El profesor que revolucionó la
educación a través de la agricultura
Este matemático creó método para
enseñar a sus alumnos ciencias exactas trabajando el campo.
Foto: JUAN DIEGO BUITRAGO/ EL TIEMPO
Edwin y sus alumnos de noveno grado del colegio San Martín de Porres,
despúes de la primera recolección de basura del año.
En medio de un barrio de invasión ubicado en los cerros orientales, un
sector que con las tempestades más potentes queda reducido a un rastrillo de
quebradas que bajan arrastrando todo por las calles sin pavimentar, obligando a
sus habitantes a resguardarse y a rezar para que la tierra no se rasgue y se
venga encima, la educación solía ser un tema secundario.
Hace dos años, a la clase de matemáticas de Edwin Gómez en el colegio rural
San Martín de Porres, en la localidad de Chapinero, no llegaba nadie. Edwin,
que ya había vivido, cuando era estudiante, el malestar de estar sometido a un
modelo educativo tradicional, enciclopédico, conductivista, en fin, sin
relación alguna con la vida ni el entorno, comprendió entonces las razones de
la desmotivación de sus nuevos estudiantes.
Entonces se le ocurrió estructurar un proyecto estratégico, Maluru
(matemáticas lúdicas rurales), que aterrizara los conceptos y tuviera el
magnetismo para captar la atención hasta del más disperso.
“Con la agricultura y la reforestación, yo les puedo enseñar desde calculo
diferencial hasta sistemas de numeración, desde los teoremas de la
geometría hasta las razones trigonométricas y las secciones cónicas”, cuenta
Edwin, un hombre educado y con fino sentido del humor, capaz de responder, con
su rapidez mental, a la diversidad de problemas que le plantea el barrio.
Toda su realidad la convirtió en un cálculo. Cuando sus alumnos, que hoy
asisten puntualmente a clase, empiezan la limpieza del terreno donde van a
cultivar, Edwin les enseña, ejecutando, a medir el espacio y hacer cálculos
topográficos, a medir los ángulos de elevación, la magnitud, la depresión, los
colores para representar la elevación.
Después de haber limpiado el terreno, miden el nivel de acidez del suelo.
La probabilidad se aprende a través del análisis de semillas y la posible
fructificación en un terreno que antes fue una cantera y que ahora debe ser
rehidratado con plantas cotidianas como el fríjol, el maíz y la alverja, para
que en el momento de la siembra de las plantas nativas la probabilidad
estadística sea mucho más alta.
Las actividades de su clase al aire libre incluyen la recolección de
residuos sólidos para crear sudokus, ábacos, tableros de ajedrez. También
producen artefactos sencillos que sirven para prever las fases lunares y así
sembrar plantas en la fecha apropiada.
Por vivir al pie de las montañas y tener una larga historia de tragedias,
la comunidad de San Martín de Porres, arriba del parque Nacional, ha aprendido
que sus valores esenciales son diferentes a los de la ciudad: su preocupación
hoy es cuidar las quebradas, que, a través de sistemas de mangueras que
bifurcan el agua, les ofrecen un servicio, porque de otro modo tendrían que
pagar. Por eso, Edwin logró que todas las materias confluyeran para que la
reforestación fuera el tema principal de este año.
Su condición de escuela rural ha hecho incluso que exista un mayor
relacionamiento entre padres e hijos, pues los jóvenes todavía piensan que
pueden aprender de los adultos, muchos de ellos desplazados del campo.
Viendo los resultados asombrosos de su metodología (que ha provocado que la
prioridad de los alumnos que se gradúan hoy no sea salir a trabajar sino
continuar estudiando), el profesor Gómez asegura hoy, con conocimiento de
causa, que la educación puede hacer dos cosas: o paraliza o impulsa.
Sabe que si las ideas no tienen arraigo en la realidad, terminan
convirtiéndose en un conocimiento frágil que desaparece apenas se recibe el
título de grado: un conocimiento muerto, obsoleto, que nunca fue asimilado
porque nunca tuvo relación con nada.
“No hay premio, no hay castigo, cada uno se encarga de cuidar su terreno y
cada uno se califica a sí mismo en una agenda”, cuenta uno de sus alumnos que
quiere seguir estudiando algo relacionado con matemáticas cuando se gradúe.
Al final de todo el proceso, cuando están a punto de graduarse, Edwin les
propone un acto simbólico: que diseñen un colegio soñado, que hagan una
maqueta. Dentro de toda esta experiencia también les propone un pacto con la
naturaleza en el que todos reconozcan que tienen la necesidad de reforestar los
cerros y entenderse como agentes de cambio y no como simples observadores.
Lunes 26: día del maestro ambiental
El próximo 26 de enero se celebra el Día mundial del educador ambiental.
Ese día, el Concejo de Bogotá reconocerá a 30 maestros por su compromiso con la
enseñanza de la protección del planeta. La Secretaría de Educación reconoce
todos los años a los profesores que lideran los proyectos ambientales escolares
(Prae) en los colegios oficiales.
La alianza es siempre efectiva
Un estudio de la maestría en Enseñanza de las ciencias exactas y naturales,
diseñado según las estrategias de aprendizaje activo de la Unesco, encontró que
el 90 % de los estudiantes del 10.º grado logró mejorar su aprendizaje de las
matemáticas cuando se les enseñó a través de la agricultura. El trabajo de
maestría fue dirigido por el profesor Óscar Alonso Herrera Gutiérrez, magíster
en agronomía.
Proyectos de otros colegios
Para solucionar la problemática ambiental que se vive en los alrededores
del colegio distrital Kimy Pernía Domicó, de la localidad de Bosa, varios
profesores, encabezados por Yamile Morales, lanzaron el proyecto ‘Granja integral,
una esperanza de vida para nuestras familias’, con el que generan ingresos a
través de huertas comunitarias abonadas con residuos orgánicos, entre otras
cosas.
El Tiempo, 24 de enero de 2015
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