La educación, un campo de combate*
Por Estanislao Zuleta
“Desde la primaria al estudiante se le educa en
función de un examen, sin que la enseñanza y el saber le interesen o se
relacionen con sus expectativas personales. Esta situación se repite una vez terminados
los estudios ya que es lo que la persona encuentra en la vida. Cuando termina
los estudios, el individuo no sale a expresar sus inquietudes, sus tendencias o
sus aspiraciones, sino a engancharse en un aparato o sistema burocrático que ya
tiene su propio movimiento, y que le exige la realización de determinadas
tareas o actividades sin preguntarle si está de acuerdo o no con los fines que
se persiguen.”
“En nuestro sistema educativo la gente adquiere la
disciplina desgraciada de hacer lo que no le interesa; de competir por una
nota, de estudiar por miedo a perder el año. Más adelante trabaja por miedo a
perder el puesto. Desde la niñez el 14 individuo aprende a estudiar por miedo, a resolver problemas
que a él no le interesan. El capital ha puesto bajo su servicio y control la
iniciativa, la creatividad y la voluntad de los individuos. Puede que el tipo
de educación actual sea muy mala desde el punto de vista del conocimiento, pero es ideal para producir
un "buen estudiante", al que no le interesa aprender pero sí sacar
cinco, y que solo estudia por el miedo a perder el año. Una educación así es
ideal para el sistema y sus intereses.”
“Por un lado, la educación tiende a la adopción de
las necesidades del sistema. Pero, por otra parte, el campo de la educación es
un campo de combate. Todo el mundo puede combatir allí, desde el profesor de
primaria, pasando por el de secundaria, hasta el profesor de física atómica de
la Universidad. Combatir en el sentido de que mientras más se busque la
posibilidad de una realización humana de las gentes que se quiere educar más se
estorba al sistema. Por el contrario, mientras más se oriente la educación a
responder a las demandas impersonales del sistema más se contribuye a su
sostenimiento y perpetuación. Repito, la educación es un campo de combate; los
educadores tienen un espacio abierto allí y es necesario que tomen conciencia
de su importancia y de las posibilidades que ofrece.”
“La educación como conflicto puede desarrollarse
desde ahora y no como resultado de un
cambio radical del sistema. Debe quedar claro que yo no creo en un
cambio de sistema desde arriba y mucho menos como solución al problema de la
educación. Creo que la educación es una gran arma si se hace una educación
contra las exigencias del sistema. Creo que los educadores pueden hacer una
labor inmensa, aquí y ahora, en un sentido muy importante, sobre la base de la
siguiente premisa: si se promueve más a la gente en el desarrollo de sus
posibilidades como persona, el sistema se hace "invivible". El
sistema sólo se derrumbará cuando se vuelva invivible para los hombres que
hacen parte de él. La búsqueda permanente en los estudiantes, por parte de los
educadores, del desarrollo de todas las posibilidades que puedan tener en
terrenos como el arte, la literatura, la filosofía, etc., es una lucha contra
el sistema, porque es una manera de hacerlo invivible.”
“Para poder ser maestro es necesario amar algo; para
poder introducir algo es necesario amarlo. La educación no puede eludir esta
exigencia sin la cual su ineficacia es máxima: el amor hacia aquello que se
esta tratando de enseñar. Además, ese amor no lo puede dar sino quien lo tiene,
y en ultimas eso es lo que se transmite. Nadie puede enseñar lo que no ama,
aunque se sepa todos los manuales del mundo, porque lo que comunica a los
estudiantes no es tanto lo que dicen los manuales, como el aburrimiento que a
él mismo le causan. Y ante las fórmulas más brillantes de los filósofos,
antiguos o modernos, no cosechará más que bostezos. El que enseña no puede
comunicar lo que no ama. Si enseña 25 horas a la semana y dicta "lo que le
ponen a enseñar", independiente de que le guste o no, a unos alumnos que
no ven ninguna relación entre lo que se les enseña y su propia vida presente,
personal o familiar, entonces el resultado se va pareciendo al que hemos venido
presentando.”
“De los pocos profesores de los cuales a uno le
queda un buen recuerdo son precisamente aquellos a los que se les notaba
que amaban y sentían lo que estaban
enseñando, independiente de la materia que fuera. Yo personalmente tengo este
tipo de recuerdos. Un día, por fortuna, se enfermó el maestro de historia.
Trajeron entonces a alguien que quería enseñar. El nuevo maestro nos describió
los viajes de Colón de manera inolvidable. Se le olvidaban las fechas, a veces
no recordaba siquiera que Colón había nacido en Génova; pero en cambio, el amor
que sentía por aquel acontecimiento, la manera como nos lo presentaba, como nos
hacía vivir la angustia de esos meses
sin saber si había retorno o no, el punto de llegada, no se me ha olvidado
nunca.”
“Como descubriera nuestro camarada Freud, el
recuerdo y el olvido dependen de lo que uno pueda integrar en una forma
aceptable a su ser. Con lo que no puede integrar, opera como hace el organismo
con todo lo que no puede asimilar, es decir, lo elimina. Esto es lo que sucede
al final con el bachillerato.”
“Hay dos maneras de ser maestro. Una es ser un
policía de la cultura; la otra es ser un inductor y un promotor del deseo.
Ambas cosas son contradictorias.
Un tipo de maestro es aquel que me califica, pero
sin consultar la vivencia que yo tengo de la vida, Otro tipo de maestro, al que
no le pagan ni lo nombran, es aquel que consulta mi vivencia de la vida. Ambas figuras podrían ilustrarse en
la persona de Baudelaire o en la imagen del "hombre enfundado" que
describe Chejov. Hay allí dos maneras de ser maestro. "El hombre
enfundado" se basa en esta premisa: todo debe ser previsto, porque de lo
contrario no se sabe qué puede pasar.
Este tipo de maestro trataría de que los alumnos no
vayan a hacer nada que perjudique a sus patronos o a los gobernantes; que sean
eficaces sin aspirar ni luchar por nada. Es un poco difícil decir en qué medida
los maestros son en sí mismos "hombres enfundados". No hay duda de
que los maestros de este tipo le ayudan al sistema.”
“Necesitamos un tipo de maestro que sea capaz de
darle al alumno el juego y la oportunidad para que sea él mismo, para que se
identifique con los fracasados, para que no se decida por los exitosos.
Baudelaire nunca escribió un poema sobre un general. Este tipo de maestro hace
que el alumno sea probablemente un mal empleado bancario, pero un buen hombre.”
“En el sistema escolar el hecho de que el maestro
pretenda saber lo que el alumno se supone que ignora es de suyo problemático y
conflictivo. La posición del maestro puede ser en sí misma y por sí misma intimidadora
e inhibidora del pensamiento y el conocimiento. Una pregunta que se hace entre
personas comunes y corrientes, entre amigos, es una pregunta sana porque no
supone que el otro sabe, o que yo sé y voy a calificar. Pero si se supone que
yo sé y que el otro no sabe, se crea una relación que es básicamente de
intimidación. El otro se ve obligado a reconocer una autoridad, un saber, y ya
no puede interrogarse a sí mismo, ya no puede interrogarse desde su experiencia
de la vida, sino simplemente debe suponer que el otro sabe y tiene entonces que
dar una respuesta que tiene que estar de acuerdo con el que sabe y con su
saber, si quiere sacar una nota o pasar la materia.
Ya no son dos experiencias que se confrontan sobre
un tema, El solo hecho de preguntar es una verdadera infamia. Cuando el maestro
pregunta no lo hace para que el alumno responda desde su propia experiencia de
vida. El alumno no puede contestar nunca pensando, siempre tiene que tratar de
recordar lo que dijo el maestro. Esta relación se convierte en una manera de
inhibir al otro, de convertirlo en un ser que no puede pensar, que no tiene
derecho a pensar por ser alumno. Sólo tiene derecho a recordar lo que el que
sabe, dijo.
Ese tipo de transferencia, para decirlo en términos
de Deleuze, es una transferencia con un padre paranoico, que se caracteriza
porque no se puede poner en cuestión, porque es él quien califica, quien
afirma. Por lo tanto, cuando se pregunta desde el saber hacia la ignorancia,
para calificar o descalificar, el maestro se pone en esta situación.”
“Desgraciadamente entre el alumno y el maestro no
hay una comunicación del saber, sino una relación de ganar o perder en la que
el maestro no pierde nunca, ni se deja poner en cuestión. Desde este punto de
vista habría que estudiar cómo es posible ser maestro sin tenerla ganada de
antemano, porque cuando uno la lleva ganada de antemano el otro no puede
pensar.
El niño es un investigador según la definición de
Freud. Pero si el maestro tiene la respuesta de antemano, el alumno pierde las
condiciones para investigar porque lo que tiene que hacer es buscar la
respuesta que exige el maestro para adecuarse a ella. En estas condiciones el
maestro no puede promover entonces la investigación del niño.”
“Parafraseando la fórmula lacaniana habría que decir
que el maestro es "el sujeto que se supone que sabe", y
correlativamente el alumno es "el sujeto que se supone que no sabe",
y si acaso "sabe", es en la medida en que se parezca a lo que sabe el
maestro. Este es el modelo de la relación escolar que es muy distinta a una
verdadera relación con el saber. En este sentido el maestro es fundamentalmente
un intimidador.”
*Fragmentos tomados de
la entrevista realizada por Hernán Suárez en 1985 al maestro E. Zuleta. Apartes
de ella fueron publicadas en la revista Educación y Cultura de Fecode, nº4,
junio de 1985. La entrevista completa se puede obtener en: https://rednelhuila.files.wordpress.com/2014/09/la-educacion-un-campo-de-combate-1.pdf
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