A propósito de las encuestas electorales
Por: Julio Parra
Las encuestas son una aproximación a la realidad, que en nuestro medio, antes que medir intenciones y tendencias, inducen; por eso no es extraño que, en ocasiones, los resultados de la votación se parezca a las encuestas, pues una vez conocidos los resultados de las mismas, muchos tienden a optar por los que van en punta de dichos muestreos.
En éstas condiciones, las encuestas se convierten entonces, en el principal elemento de juicio, en detrimento de los debates entre los candidatos, del cuidadoso análisis de sus de sus ideas, de sus propuestas, de sus plataformas programáticas y del atento examen de sus hojas de vida, de sus trayectorias, de sus realizaciones.
Se suele decir, a nivel universal, que las encuestas “sólo pueden detectar estados de opinión en un momento y lugar dado”. Diversas mediciones, ética y técnicamente bien realizadas, en periodos diferentes, arrojan tendencias, pero nada más. Todo lo cual sirve a las campañas para hacer ajustes, para rediseñar publicidad, etc.
Si las cosas fueran así, no habría mayor problema; pero en nuestro medio, por ausencia de reglamentación y por la costumbre, las poderosas encuestadoras resultan indirectamente eligiendo, situación contraproducente que debe ser modificada cuanto antes.
Urge situar las encuestas en su real peso; y para ello es bueno recordar “empates técnicos” previos a las votaciones que luego arrojan resultados muy diferentes, como en las presidenciales colombianas del 2010, o un orden y porcentaje muy distante en los comicios al de las mediciones previas, como acaba de acontecer en Panamá, donde ganó el candidato presidencial que figuraba de tercero en las encuestas.
Muchas cosas de éstas son conocidas, sin embargo se continúa como si nada, y lo malo es que gente reflexiva, siga en éste juego, como acaba de suceder con diversos sectores de avanzada, que en lugar de apoyar la alternativa de izquierda, ha decidido muy temprano, muy seguramente inquietos por las recientes encuestas, apoyar a uno de los candidatos del régimen.
Un aspecto positivo de la primera vuelta es que cada tendencia puede expresarse electoralmente y luego sí, en la segunda, hacer las alianzas del caso; pero aquí, algunos de izquierda han renunciado a disputarle el poder en las primarias al establecimiento y de una vez endosar su caudal electoral a uno de los candidatos del régimen. La actuación de ciertos sectores de izquierda conduce al desaprovechamiento de una excelente oportunidad para acceder al gobierno.
Si a lo dicho agregamos la negativa tradición de “votar en contra de” y no “a favor de”; si el lugar de estudiar los programas de cada candidatura, se espera a la orientación directa o indirecta de los medios; si antes que lo racional prima lo emotivo, difícilmente van a tener acogida quienes pretendan edificar un país diferente, en donde se resuelva de raíz los grandes problemas que agobian a las mayorías nacionales.
La izquierda, en sus diversas versiones, requiere trabajar en conjunto para enfrentar exitosamente el desinterés de las mayorías por los grandes problemas nacionales y actuar decididamente para contrarrestar la multifacética manipulación de que es objeto nuestro pueblo, como la que se hace con las idolatradas encuestas.
